Imagen de Rafal Olvinski |
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Momentos rotos
Lo
que más echo de menos de esta jaula de vida, son mis noches pegado a la
ventana, ver caer la lluvia, intentar no cerrar los ojos mirando a la luna,
escaparme por ella hasta el tejado, y esperar que alguien viniese a buscarme,
un ovni, un cometa, volar hasta alfa centauro y volver con uno de los anillos
de orión.
Pero
como mucho venía mi madre cabreada si faltaba poco para la cena, aunque alguna
noche, de madrugada, le oí decirme, (igual fue un sueño), -Se que estas ahí,
pero no te preocupes, no estoy llorando, es que he estado mirado demasiado
tiempo a las estrellas-.
Fue
mi padre quien me enseño a mirar a cielo, me enseño como andar por un tejado
sin romper tejas, a que siempre se tenía que subir con sombrero y un abrigo o
una manta, y que mirar desde el borde no tenía sentido, aquí arriba no se subía
para mirar al suelo.
Un
día que a la noche no estaba, un día como tantos, me envío una foto de mi
cuarto con el cofre de sus cartas, con
el mensaje: -Deja de ser desordenado, y léete.-
Me
dejé inundar por su caricia, después de un rato respire profundo, cogí mi
gorra, mi diario, y subí al tejado, me
tumbe mirando a las estrellas y escribí solo una frase junto a la fecha.
“Conoce
la llave del cofre donde guardo el mapa de nuestro tesoro ”
En
esa página no cabían más letras, solo su imagen.
Me
aferre a la cuerda que colgaba de mi cuello, apretando con fuerza lo que
quedaba del lápiz que me regaló y esperé hasta el alba la primera estrella
fugaz para irme con ella.
Desperté
con los gritos de mi madre llamándome al desayuno, no era la primera vez,
agradecí la manta, y llore, la estrella fugaz no me había llevado.
Todavía
oigo las puertas del dolor de la vida cerrándose tras de mí, debe ser porque quieren cambiarme el horario, no
entienden que prefiera mirar a la luna y su corte de estrellas que esconderme
del sol.
Se
empeñan en imponerme sus momentos rotos.