Como los versos son siempre breves,
quiero desparramarme y contarte primero, sin imágenes ni voces, que me impulsa a escribir, porqué estoy
hoy aquí contigo.
Tirando de recuerdos puedo decirte, que en plena adolescencia, (no recuerdo mucho de antes relacionado con este tema),
mi primera novia, fue novia por carta, le escribí pocas veces, pero eso si mis
cartas eran muuuy largas y creo que ella no entendía nada, me dejo por carta,
era esperable.
En aquella época eso de escribir, no
me motivaba demasiado, me forme con cine bélico o de aventuras, por supuesto
con balón, la tele en familia era fundamental, los veranos eran largos. ¡Para
que escribir si lo que se llevaba eran los números! (qué pocas cosas han
cambiado). La universidad me aporto poco, estudiar no era para mí, elegí
números y me mareaban. Me vi envuelto en una atmosfera de Serrat, Victor Jara, el
Deia, Kilapayum, Silvio, BobDylan, Comics, Pink Floyd, Pantxo ta Peio, el
Athletic, Al Alba, que se yo… que el mareo ya sin balón al que agarrarme, fue
inmenso.
Una pregunta empezó a mutar en gusano
dentro de mi cabeza.
¿Quién coño voy a ser yo?
La mili me vino bien para huir, sin
darle mucho valor, le escribía las cartas a su novia, al estilo Cyrano, a un
Cabo de Jaén muy majo, pero viendo las cartas que recibía,
para que escribir, si nadie leía las mías.
Tuve un gran amor y lo perdí porque
pensaba que no era necesario escribirle. Que ya sabía quién era. Pero no lo
perdí del todo, se aferró a mí para no olvidarnos, a través de nuestra
maravillosa hija.
Marina, te escribo mucho más, de lo
que en su día debería haber escrito a tu madre.
Isabel me encontró en una esquina,
deshecho, casi como un guiñapo, no tengo ni idea de porque me quiso tanto, no
lo merecía, pero me quiso tanto que juntos construimos un sueño.
Y empecé a escribirle, al principio
buscaba cualquier papel por la cocina para ponerle un “Zumo Hecho, Cafetera
Preparada”, y ha acabado convirtiéndose en el agua del arroyo de esa libélula
lectora llena de taras.
Me quiere tanto que me ha hecho padre
de sus mellizos.
Yo a veces para dormir les cuento:
-Al principio en el
cielo, no se veía nada, el cielo era negro, pero negro negro. Tan negro como la
tinta de un txipirón, tan negro como…, (alargo el silencio y ellos gritan)
“como el culo de un grillo”, se ríen un rato y me dejan seguir.
Dicen que no hay poetas o poetisas, buenos o malos, que hay
poesía honesta y deshonesta. Estoy de acuerdo.
Poema autobiográfico:
Confésión
No sé quien voy a ser mañana.
Pero sé que todos mis yos son poetas.
No sé si buenos o malos,
Y por eso estoy ahora aquí.
Para confésarme.