Aún no mi madre.



                      Ayer me tropecé con una foto
                     tuya con diecisiete,
                     sujetando un caballo y sonriendo,
                     aún no mi madre.

                     La gorrita ocultaba tus cabellos,
                     tus pantorrillas largas eran las de un varón.
                     Sujetabas las riendas, con la mano
                     un puño por debajo de su enorme mandíbula. 

                     Los árboles al viento inmóviles al fondo.
                     El cielo granulado por la antigua película.
                     Pero lo que realmente me impactó fue tu cara:
                     la mía.

                     Creí que tú eras yo por un instante. 
                     Hasta que vi el abrigo de mujer
                     ceñido en la cintura, los pantalones anchos
                     y la fecha arañada en una esquina.

                    Entonces confirmé que esa eras tú con diecisiete,
                    sujetando un caballo y sonriendo,
                    aún no mi madre,
                    aunque yo claramente ya era tu hijo.

La traducción de Andrés Neuman, es un movimiento de ajedrez perfecto.

Gracias a los dos,  y a ti, por estar siempre ahí.

Ya os diré  a los tres que me dice mi madre, siempre que el reloj de arena me lo permita.

Elige como mirar al fuego.



El amor emanó de la necesidad de compartir calor, de ese desesperado intento de retenerlo como sea ante un frío intenso.

Nuestra capacidad de razón nos ha permitido en algunos casos elegir entre calor frió y cuerpos cercanos, y en pocos de estos casos, llegar a no descubrir nunca el amor.

Conozco el amor, respiro por sus sueños, abrazo sus almohadas, espero sus caricias y besos, su tirar de la manga para emprender una carrera loca, sus reflexiones simples llenas de imaginación y libres de prejuicios, conozco el amor, conozco su mirada, sus silencios, sus gritos...

Conozco el amor, porque no me importa quemarme y no he olvidado el frió.

Tu también lo reconoces, no te niegues el calor que compartes.

Elige como mirar al fuego.

Hace falta más poesía de la tuya.
En el Mediterráneo y en el corazón de Europa.