Solo dos sílabas, melodías al oído.


Recité aquellas dos sílabas, casi con miedo, el fuego crepitaba, sus sombras danzaban alumbrando tus gestas.

Llevé tu mano hasta mi vientre abultado,
te sonreí, (como cuando me acaricias),
suavemente acerque mi boca a tu oído,
el sonido pareció salir de allá dentro,
como si no fuese mío.
 
Solo dos sílabas para aquella palabra,
dos sílabas en dos gargantas.
 
De tu mano cayó tu preciado trofeo,
los colores del rango de tus pinturas,
la guía de los sueños,
la de tus desvelos de noches de lumbre,
de abundancia compartida,
todo se derramó por los suelos.
 
Escuchaste con ese silencio del límite de la vida.
 
El blanco amanecer en tus labios y tu calida mirada,
disiparon todas mis dudas.
 
Nos miramos, comprendimos todo.

Danzamos, danzamos como sombras alrededor del fuego, cantamos dos silabas, al ritmo de nuestros pasos, primero como un sonido gutural, después como en una ópera desenfrenada, hasta dar forma a aquella nuestra palabra postrera, depositaria del futuro de nuesta historia.
 
Aferrados a sus lunas, recogidos dentro del cuenco sagrado de nuestras tintas, al abrigo de las sombras del fuego, aquellas pequeñas cosas, nos llamaban entre sueños para oírnos recitar colores, fuegos y sueños, palabras susurradas al oído, melodías de caricias.
 
Esperaban versos para compartir vidas, sílabas dibujadas hace muchos tiempos, entre sombras, desde las paredes de las cuevas en las que se inventó la mágia.

Recité aquellas dos sílabas, cuando tan solo era una pequeña cosa,
al calor del fuego, sentí caricias de palabras,
voces en los susurros de un verso.

Melodías, caricias y recuerdos.