Poema incabado, todavía sin voz, desenfocado.

De Internet


Soy solo tu amante, y no lo digo con pena,
siempre voy desde ti a todas partes,
y  alguno de mis yos viene a verte.
 
Soy sorpresa de amor cotidiano,
pluma de almohada, enredada en tu pelo,
sonrisa reposada del día siguiente,
reflejo en tu mirada.
 
Soy vela de noches… de cunas,
mareas de lunas y camas,
de lagrimas propias y ajenas;
soy velas del color de la sangre,
de su alegría y de sus penas.
 
Soy...
un cajón de angustias tempranas,
un libro sin acentos y comas.
tres puntos suspensivos…
 
Soy tanto y tan poco...

Oteando el inifinito


 

Me llamo Ramón, a veces, aunque no me guste.

Imagen de Rafal Olbinski

Me siento a veces, como si impusiese mi amor, obligando, encarcelando a quererme y a compartirme, siento a veces, que no quiero a nadie, que solo busco que me quieran.

Me dejas tiempo y espacio para escribir, me lees a veces, incluso a veces me lees en otros y te emocionas, eres mi sustento, mi guía, eres el mapa de los yos que no conozco, eres todos mis nombres, el rostro que quiero ver en mi último abrazo.

Vosotros, sois miradas, miradas, miradas… sonrisas, abrazos, sois algo de alguno de mis yos, con toda una vida por delante, la recompensa del tiempo que me ha reservado la vida.

Tu mi otro yo, todos mis alter egos, eres inspiración, motivación, mi desorden-ordenado, eres mi memoria de letras, el puente por el que circulan esperanzas de pocos tiempos.

Allá afuera hay más gente, que a veces lee, a veces escribe, a veces entiendo sus voces, pero no encuentro sus tiempos en mis mapas, no puedo llegar a quererlos, por un aplauso.

Me siento a veces como si no creyera, pero es solo un suspiro, una mala respiración, siempre me sorprende en el fondo de alguno de mis cajones, uno de esos cinco nombres a los que obligo a quererme, mis encarcelados no me dejan tiempo para lo que no es importante.

Estoy perdiendo el pudor para contar a quien dedico las letras de mi tiempo, y sin embargo, refugio mi nombre en el más desordenado de mis yos, cuando es evidente para todos mis lectores, que me llamo Ramón, aunque no me guste... a veces.


Proa al siento.


 
 
Cada vida genera tal historia, que nadie jamás sería capaz de contarla.
 
Biógrafos, historiadores, profetas, cuentistas y poetas, llevan intentándolo tanto tiempo, que ya nadie los recuerda.
 
Cada minuto de vida compartido, es tal historia, que nuestra memoria se resiste a arrinconarlo, en algún lugar, cerca del espacio que reservamos al olvido.
 
Un segundo de reflexión cruza algún cielo,
y con firmeza nos sujeta los ojos a nuestra tierra,
una caricia en la nuca, un reflejo,
nos regala milímetros de tiempo,
en sombras de cuatro labios.
 
Y en una hora, solo cuatro besos sin abrazos, el reloj se presenta para que las miradas se pierdan en busca de personajes que vivan momentos.  Las palabras fluyen como mariposas de distancia. Una hora intentando averiguar quiénes somos, como si no lo supiéramos después de tantas historias.
 
Y un día basta, para que el tiempo borre los recuerdos que no queremos dejar en el espacio de unas letras, y no basta una vida para olvidarlos.
 
Pero una noche con una luna de gajo, con un gato invisible colgado, con mares de caras ocultas...
Una noche con velas de goletas siguiendo la guía en su mascaron de proa, de una pescadora de poemas anclados, esa noche, el tiempo dejará de ser contado, los acantilados serán gobernables y en su cubierta se escucharan las sonrisas de los juegos de vidas, que nadie jamás será capaz de contar.
 
Salvo nosotros

Imagen de "El trolley de Nieves"