Aún no mi madre.



                      Ayer me tropecé con una foto
                     tuya con diecisiete,
                     sujetando un caballo y sonriendo,
                     aún no mi madre.

                     La gorrita ocultaba tus cabellos,
                     tus pantorrillas largas eran las de un varón.
                     Sujetabas las riendas, con la mano
                     un puño por debajo de su enorme mandíbula. 

                     Los árboles al viento inmóviles al fondo.
                     El cielo granulado por la antigua película.
                     Pero lo que realmente me impactó fue tu cara:
                     la mía.

                     Creí que tú eras yo por un instante. 
                     Hasta que vi el abrigo de mujer
                     ceñido en la cintura, los pantalones anchos
                     y la fecha arañada en una esquina.

                    Entonces confirmé que esa eras tú con diecisiete,
                    sujetando un caballo y sonriendo,
                    aún no mi madre,
                    aunque yo claramente ya era tu hijo.

La traducción de Andrés Neuman, es un movimiento de ajedrez perfecto.

Gracias a los dos,  y a ti, por estar siempre ahí.

Ya os diré  a los tres que me dice mi madre, siempre que el reloj de arena me lo permita.

4 comentarios:

  1. No conocía ese poema.
    Gracias por mostrarnoslo. Tú madre estará feliz si se lo has leído, nosotros agradecidos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todavía no me he atrevido a leérselo, lo voy hacer mañana.

      Gracias a ti por darme el animo necesario para dar el paso.

      Eliminar
  2. Seguro que alguna palabra del poema la arropará con cariño durante tu ausencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cariño es lo único que ya nos queda.
      Para arroparnos siempre tendremos a mano algún poema.

      Aunque ella no los entienda.

      Eliminar

Dejate llevar por la generosidad en tus comentarios.
Ya que has llegado hasta aqui, desparrama tus palabras sin ningún complejo, ve más allá... de un "me gusta" o "un que bonito", utiliza la tinta de tus venas, regalame un millón de letras, o algún verso...cuentame una historia, envíame una carta dibujada...lo que quieras.
Pero sobre todo no te vayas, sin saludarme,
pensaría que soy un mal anfitrión.