Y callas ante el ruido cobarde,
como si tu voz fuese, tuviese que ser siempre queda,
reflexiva, sin luz propia.
Callas y huyes una vez más,
de donde nada cambia.
Y te contienes el grito, el aullido, el sollozo...
te devuelves al espejo.
Y gritas y callas con enormes muecas,
a tu constante pasado arrepentido,
a tu absurdo presente,
a tu pobre futuro...
Y te callas y te gritas...
"Golpe a golpe, verso a verso",
como te dijo aquel poeta muerto...
Y gritas, y gritas, y gritas, y gritas, y gritas..
Y te callas, lo que no puedes gritar a nadie.
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Pero sobre todo no te vayas, sin saludarme,
pensaría que soy un mal anfitrión.