Retazos de ventanas que miran al cielo.

Bandah

En los inviernos desolados de acentos, los tiempos transcurren baldíos, mueren las piedras sin saberse sentidas.
Se apodera de ellas, un mar con grandes sombras, abrazando susurros de siluetas, reflejos que no llegaran a olvidos.
Cabalgando un rayo verde, todo inmóvil salvo los precipicios de un recuerdo, cae el cielo, arrancando los ojos de los mirantes.
La proa que apunta siempre al siento, corrige penas de derivas y derrotas.
Los carpinteros cojos de a bordo, firman cubiertas de cuero antiguo, para evitar naufragios.
Las orillas que se otean desde el infinito, dan nombres, todos cambiantes, a quien llevado por cualquier viento, con la memoria perdida, solo ante sus súbditos, vara su barco, para contemplar cómo pasa el firmamento.
Las crónicas de esta ciudad, hablaron de lunas sin retorno, de algo que una vez estuvo más allá, de donde están todos los mapas, allá a donde solo se llega, desplegando letras que parecen velas de goletas.
Letras que describieron cunas de alientos, ecos sordos de nubes de polvo de estrellas, grandes hogueras de lo que no se quema, hielo allá donde hierve el agua.
Gargantas que gritan: ¡¡Te seguiré en cualquier estación de tu territorio, si lo deseas!!
Hay tantos caminos ciegos de voces equivocadas, que aquellos abarrotados, llenos de horas generosas, son tan inaccesibles para pocos tiempos robados, que las notas del día siguiente nunca los recuerdan, se olvidan sin estudio por cualquier lado.
Nunca hay razones para un hermanamiento, salvo quizá, que alguien sea capaz de contemplarlo y contarlo.
Esa letra encarcelada dentro de un Tempo, que engarza barcos varados con su aguja para quien quiera contemplar cabriolas de estrellas cosidas a pestañas de ojos prestados…, nos brinda la posibilidad de habitar la única ciudad cambiante, que da refugio a todas las gentes que alguna vez, perdieron alguno de sus sentidos…
Podemos perdernos entre cientos de cuchicheos y comentarios, engañarnos con personajes que vienen y van en relatos, pero a los anales de la historia pasaran las crónicas de quien empuña la idea y se atreve a reflejarla.
El resto somos espectadores con el deber de hermanarnos como podamos con el mundo que se nos pinta, fascinados, aún a riesgo de estar ciegos a otros caminos abarrotados de tiempos regalados.

Retazos de habitantes de la Ciudad del Perpetuo Retroceso, donde las flores marchitas florecen incluso antes de nacer...
...de un brumoso país lejano....

Fotografia APOD: Earth at Nigth

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